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EDITORIAL:
Queridos lectores, docentes, equipos directivos, supervisores, inspectores, estudiantes de Nivel Inicial.
Educar implica un compromiso y una responsabilidad ineludibles, complejos y fascinantes. Y cuando la tarea se desarrolla con niños, esto adquiere una dimensión inexplicablemente fuerte y feliz.
Sabernos responsables, en gran parte, de sus posibilidades de aprender y de los modos en los cuales los saberes escolares se insertan en los vínculos y el disfrute, nos ubica a los educadores en un paraíso posible… en un mundo casi mágico donde los sueños pueden concretarse…. en la fortaleza de saberse sujetos imprescindibles de una sociedad que necesita revisarse para dar respuestas posibles a las infancias que piden a gritos atención, encuadre y cuidados.
La escuela puede y debe situarse como un espacio de quiebre de las injusticias y las faltas de respeto, puede repensarse a sí misma para alejarse de esas situaciones que todos sabemos que no nos ayudan como humanidad pero que de tanto naturalizarlas ya no podemos frenar.
La escuela puede y debe mostrar, enseñar y concretar un modelo diferente, ese que desde las palabras mencionamos diariamente pero que tanto nos cuesta concretar, esa posibilidad de construir un abanico de posibilidades diversas, heterogéneas, respetuosas, y por todo eso, simplemente felices
Es ineludible que la función central de la escuela es la enseñanza de contenidos significativos, obviamente, desde la primer sala de nuestro Nivel Inicial.
Pero también es ineludible que esa función central implica a su vez una función primordial, la de generar aprendizajes centrados en conocimientos valiosos para honrar la vida, sostenidos en el disfrute que producen las tareas importantes y felices, la concreción de acciones éticamente «correctas», la mirada en el bien común y placer de saber que estamos haciendo las cosas bien para nosotros y para los otros.
Queridos educadores, cada uno desde su ámbito, su espacio y su función…
Bienvenidos a continuar compartiendo la educación, la escuela y la vida.
¡Porque es verdad que juntos todo es posible!
Afectuosamente, Laura Pitluk.